Imaginemos que los aminoácidos son los bloques fundamentales de la vida, similares a los bloques de Lego. Con ellos, nuestro cuerpo erige una amplia gama de estructuras, desde tejidos musculares y óseos hasta enzimas y hormonas. Pero, ¿cómo se transforman estos bloques en las intrincadas estructuras que los conforman? Acompáñame en este viaje a través del proceso que convierte los aminoácidos en proteínas.
De la ingesta a la circulación sanguínea:
El proceso se inicia con nuestra alimentación. Las proteínas ingeridas, presentes en alimentos como la carne, el pescado, los huevos, las legumbres y los frutos secos, se descomponen en el sistema digestivo en unidades más simples: los aminoácidos. Estos últimos son absorbidos por el intestino delgado y transportados al hígado a través del torrente sanguíneo.
Rol central del hígado:
– Construcción de nuevas proteínas: Algunos aminoácidos son enviados a diferentes tejidos corporales para la construcción de nuevas proteínas. El cuerpo sigue instrucciones precisas, similares a un plano, que dictan qué tipo de proteína debe construirse con cada secuencia de aminoácidos.
– Degradación para obtener energía: Si no se requieren nuevas proteínas, los aminoácidos pueden ser descompuestos en el hígado para obtener energía, generando urea como subproducto, que se excreta en la orina.
– Almacenamiento temporal: En determinadas circunstancias, el hígado puede almacenar temporalmente ciertos aminoácidos para su posterior utilización.
Síntesis proteica en las células:
Los aminoácidos destinados a la formación de proteínas son transportados a las células de todo el cuerpo. Dentro de estas, los ribosomas, que funcionan como las fábricas de proteínas, “leen” las instrucciones del ADN y ensamblan los aminoácidos en la secuencia correcta, dando lugar a la síntesis de nuevas proteínas.
Destinos finales de las proteínas:
Las proteínas recién sintetizadas pueden tener diversos destinos dentro o fuera de la célula, incluyendo:
– Componentes estructurales celulares, como la membrana y el citoesqueleto.
– Enzimas, aceleradores de reacciones químicas en el cuerpo.
– Hormonas, mensajeros químicos que regulan diversas funciones corporales.
– Anticuerpos, fundamentales en la defensa del sistema inmunitario contra infecciones.
Un ciclo continuo:
Las proteínas no son estáticas; se degradan constantemente, liberando sus aminoácidos nuevamente al torrente sanguíneo. Estos pueden ser reutilizados para sintetizar nuevas proteínas o degradados para obtener energía.
Músculos, reservas estratégicas de aminoácidos:
Los músculos, compuestos por proteínas en constante renovación, representan una de las reservas estratégicas más importantes del cuerpo. Cuando se necesitan aminoácidos para la síntesis proteica, el organismo puede recurrir a la proteólisis, proceso mediante el cual se descomponen las proteínas musculares.
¿Cuándo se activa la proteólisis?:
– Ayuno prolongado, durante el cual el cuerpo utiliza las reservas de aminoácidos musculares para obtener energía.
– Ejercicio físico intenso, que demanda una gran cantidad de aminoácidos para mantener la función muscular.
– Situaciones de estrés, que pueden incrementar la liberación de hormonas como el cortisol, estimulando así la proteólisis.
¿Es la proteólisis algo negativo?:
Si bien la proteólisis es un proceso natural y necesario, un exceso de este puede ocasionar pérdida de masa muscular, con efectos metabólicos, óseos e inmunitarios negativos.
¿Cómo prevenir la pérdida muscular?
– Mantener una dieta rica en proteínas, asegurando así la disponibilidad de aminoácidos para la síntesis y reparación muscular.
– Practicar ejercicio físico de manera regular, estimulando la síntesis proteica y contrarrestando la proteólisis.
– Gestionar el estrés, dado que niveles elevados pueden potenciar la degradación proteica; estrategias como la meditación o el yoga pueden ser útiles en este sentido.
El proceso fascinante que transforma los aminoácidos en proteínas es un testimonio de la intrincada maquinaria que subyace a la vida misma. Desde la descomposición de las proteínas en el sistema digestivo hasta la síntesis de nuevas proteínas en las células, cada paso es crucial para mantener el equilibrio y la vitalidad de nuestro cuerpo. Al comprender este proceso y tomar medidas para optimizarlo, como una alimentación adecuada, ejercicio regular y manejo del estrés, podemos cuidar nuestra salud muscular y, en última instancia, fortalecer nuestra capacidad para vivir con salud.
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El corazón humano, ese órgano vital que late casi incansablemente en nuestro pecho, es una maravilla de la anatomía y la fisiología. Aunque solemos considerarlo como un solo corazón, en realidad, podemos pensar en él como dos corazones en uno (azul, con sangre pobre de oxígeno y rojo, con sangre recién oxigenada en los pulmones), cada uno desempeñando un papel esencial en la circulación de la sangre por todo nuestro cuerpo.
El corazón derecho, que podríamos denominar como el “corazón pulmonar“, desempeña un papel crucial en la circulación de la sangre hacia nuestros pulmones. Recibe la sangre pobre en oxígeno de todo el cuerpo a través de las venas cavas superior e inferior. Luego, esta sangre fluye desde la aurícula derecha al ventrículo derecho, superando la válvula tricúspide, que evita que la sangre retroceda. Cuando el ventrículo derecho se contrae, impulsa la sangre hacia los pulmones a través de la arteria pulmonar. Aquí, la sangre se oxigena y libera el dióxido de carbono, en un proceso vital conocido como circulación pulmonar.