En la búsqueda de soluciones para mantener la armonía en espacios públicos, como parques, estaciones de transporte o áreas comerciales, surge una técnica controvertida: la utilización de sonidos de alta frecuencia para controlar el comportamiento de los jóvenes. Este enfoque, aunque controvertido, ha ganado popularidad en algunos establecimientos como una forma de evitar reuniones no deseadas y mantener un ambiente tranquilo para los clientes y residentes.
Los sonidos de alta frecuencia, también conocidos como “mosquitos” o “mosquitos electrónicos”, son sonidos que se encuentran en el extremo superior del espectro auditivo humano, generalmente por encima de los 17,4 kHz. Aunque no son perceptibles para la mayoría de los adultos debido a la pérdida natural de audición asociada con el envejecimiento, son fácilmente audibles para los jóvenes, especialmente aquellos menores de 25 años.
Estos dispositivos emiten constantemente un zumbido agudo que puede resultar molesto o incómodo para los jóvenes, pero que pasa desapercibido para la mayoría de los adultos. Esta técnica se basa en la premisa de que al crear un ambiente auditivamente desagradable para los jóvenes, se disuadirá su presencia no deseada en ciertas áreas.
La utilización de sonidos de alta frecuencia se ha vuelto cada vez más común en respuesta a problemas de comportamiento juvenil en espacios públicos. En muchos casos, los jóvenes se reúnen en grupos grandes en áreas como parques o plazas, donde pueden causar ruido excesivo, vandalismo u otras formas de comportamiento disruptivo. Esto puede afectar negativamente la experiencia de otros usuarios del espacio, así como la reputación y la seguridad del área en cuestión.
Los propietarios de establecimientos comerciales, administradores de propiedades y autoridades locales han recurrido a los sonidos de alta frecuencia como una medida preventiva para disuadir a los jóvenes de congregarse en áreas específicas. Al hacer que estas áreas sean menos atractivas para los jóvenes, se espera reducir el potencial de comportamiento disruptivo y mantener un entorno más tranquilo y seguro para todos los involucrados.
A pesar de su efectividad aparente para controlar el comportamiento de los jóvenes, la utilización de sonidos de alta frecuencia no está exenta de controversia. Algunas críticas de esta práctica incluyen preocupaciones sobre los derechos humanos y la discriminación por edad. Se argumenta que el uso de dispositivos que específicamente afectan a un grupo demográfico, en este caso, los jóvenes, puede ser discriminatorio y violar sus derechos a acceder y disfrutar de espacios públicos sin discriminación.
Además, algunos detractores señalan que la utilización de sonidos de alta frecuencia aborda los síntomas de comportamiento disruptivo en lugar de abordar las causas subyacentes. En lugar de simplemente alejar a los jóvenes de ciertas áreas, se argumenta que sería más constructivo abordar las necesidades y preocupaciones de los jóvenes y proporcionar alternativas positivas y seguras para su tiempo libre.
La molestia que causan los sonidos de alta frecuencia a los jóvenes se debe a la sensibilidad auditiva natural que poseen. Los oídos jóvenes son capaces de percibir frecuencias más altas que los oídos de las personas mayores, cuya capacidad auditiva disminuye con el tiempo debido al proceso de envejecimiento. Por lo tanto, mientras que los jóvenes pueden encontrar los sonidos de alta frecuencia molestos e incómodos, los adultos mayores no suelen percibirlos en absoluto, lo que les permite pasar desapercibidos en entornos donde se utilizan estos dispositivos.
A medida que la sociedad continúa debatiendo los méritos y las implicaciones éticas de la utilización de sonidos de alta frecuencia para el control del comportamiento juvenil, es probable que veamos una regulación en torno a esta práctica. Es posible que se desarrollen directrices más claras sobre cuándo y cómo se pueden utilizar estos dispositivos, con un enfoque en garantizar que se respeten los derechos de todos los usuarios del espacio público.
Al mismo tiempo, es importante reconocer que el uso de sonidos de alta frecuencia es solo una de las muchas herramientas disponibles para abordar los problemas de comportamiento en espacios públicos. Es fundamental que los responsables de la toma de decisiones consideren una variedad de enfoques, incluidas intervenciones educativas, programas de apoyo a la juventud y estrategias de diseño urbano, para crear entornos que sean inclusivos, seguros y acogedores para todas las personas.
En última instancia, el desafío radica en encontrar un equilibrio entre mantener la orden y la tranquilidad en los espacios públicos y garantizar que se respeten los derechos y la dignidad de todos los miembros de la comunidad, independientemente de su edad.
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