Psiconeuroinmunología

La psiconeuroinmunología estudia la intrincada comunicación y colaboración entre tres sistemas esenciales de nuestro cuerpo: el nervioso, el endocrino y el inmunitario. Nos revela cómo esta interacción influye en nuestra salud, tanto física como mental.

Para comprender mejor este campo, imaginemos nuestro cuerpo como una ciudad perfectamente organizada. En esta ciudad, el sistema nervioso actúa como una red de comunicaciones, transmitiendo mensajes y coordinando todas las actividades. Este sistema procesa nuestras sensaciones, controla nuestros movimientos y regula funciones vitales como la respiración y el ritmo cardíaco.

El sistema endocrino funciona como una fábrica de mensajeros químicos, conocidos como hormonas. Estas hormonas viajan a través del torrente sanguíneo y regulan procesos vitales como el crecimiento, el metabolismo y la respuesta al estrés. Por ejemplo, ante una situación estresante, las glándulas suprarrenales liberan cortisol, una hormona que prepara al cuerpo para afrontar dicha situación.

El sistema inmunitario actúa como un ejército defensor, protegiendo nuestro organismo de elementos extraños como hongos, virus y bacterias. Además, identifica y elimina células propias que funcionan incorrectamente. Para ello, utiliza células especializadas y produce anticuerpos, que son como soldados específicamente entrenados para cada amenaza.

La característica más fascinante de estos tres sistemas es su capacidad de comunicación bidireccional. Por ejemplo, el estrés prolongado puede debilitar las defensas del sistema inmunitario, mientras que una infección puede generar mensajeros químicos (citoquinas) que afectan nuestro estado de ánimo y nos hacen sentir cansados o desanimados.

Esta comunicación constante tiene profundas implicaciones para nuestra salud. Las investigaciones han demostrado que el estrés crónico puede aumentar la vulnerabilidad a enfermedades infecciosas y al cáncer. Por el contrario, actividades que promueven la relajación y el bienestar, como el ejercicio moderado o la meditación, pueden fortalecer el sistema inmunitario.

Las emociones positivas ejercen una influencia notable en nuestro sistema inmunitario a través de diversos mecanismos biológicos. Cuando experimentamos alegría, gratitud o serenidad, nuestro cerebro libera neurotransmisores como la dopamina y la serotonina. Estas moléculas actúan como mensajeros que modulan la actividad de las células inmunitarias.

Un ejemplo concreto lo encontramos en la producción de células NK (Natural Killer). Estas células son cruciales para eliminar virus y células tumorales. Las experiencias positivas aumentan su número y, sobre todo, mejoran su capacidad de acción. Asimismo, se ha observado que las emociones positivas incrementan la producción de inmunoglobulina A, un anticuerpo presente en las mucosas que actúa como primera línea de defensa contra infecciones.

Las endorfinas, conocidas como “hormonas de la felicidad”, desempeñan un papel regulador importante. Cuando nos sentimos felices o disfrutamos de una actividad placentera, estas sustancias reducen los niveles de cortisol (la hormona del estrés) en sangre. Al disminuir el cortisol, las células inmunitarias pueden funcionar de manera más eficiente.

La oxitocina, una hormona que se libera durante los momentos de conexión social positiva, también participa en esta regulación. Esta hormona tiene efectos antiinflamatorios y mejora la comunicación entre las células del sistema inmunitario, facilitando una respuesta más coordinada ante las amenazas.

Un descubrimiento fascinante es cómo la risa modifica la composición química de la sangre. Durante la risa genuina, aumenta la producción de células T, encargadas de identificar y destruir células infectadas por virus. También se incrementa la síntesis de gamma-interferón, una proteína que activa diversos componentes del sistema inmunitario.

Es fundamental comprender que estos cambios no son efímeros. La práctica regular de actividades que generan emociones positivas puede inducir cambios duraderos en nuestro sistema inmunitario. Por ejemplo, las personas que practican regularmente la gratitud muestran una mejor respuesta inmunitaria frente a las vacunas y una menor susceptibilidad a las infecciones respiratorias.

Sin embargo, es importante recordar que el objetivo no es mantener un estado constante de emociones positivas, lo cual sería poco realista y potencialmente contraproducente. La clave reside en cultivar una capacidad saludable para experimentar y gestionar todo el espectro emocional, reconociendo el papel adaptativo tanto de las emociones positivas como de las negativas en nuestra supervivencia y bienestar.

¿Cómo podemos aplicar estos conocimientos en nuestra vida diaria? Existen diversas estrategias prácticas:

  • Técnicas de relajación: Practicar técnicas como la respiración profunda o la meditación ayudan a reducir el estrés y fortalecer nuestras defensas.
  • Actividad física regular: Mantener una actividad física regular contribuye a equilibrar los tres sistemas. El ejercicio moderado mejora el funcionamiento del sistema inmunitario y libera sustancias que nos hacen sentir mejor.
  • Descanso adecuado: Cuidar nuestro descanso resulta fundamental. Durante el sueño, nuestro sistema inmunitario se regenera y fortalece.
  • Relaciones sociales positivas: Cultivar relaciones sociales positivas y buscar apoyo emocional cuando lo necesitamos también influye positivamente en nuestro sistema inmunitario.

La psiconeuroinmunología, a pesar de ser una ciencia relativamente joven (surgió en la década de 1970), ha revolucionado nuestra comprensión de la salud. Nos enseña que la separación tradicional entre mente y cuerpo es artificial, ya que ambos forman parte de un sistema único e integrado. Esta visión nos invita a cuidar tanto nuestra salud física como mental, entendiendo que están intrínsecamente conectadas.

La investigación de hoy es la terapia del futuro.

4.5) Dormir, un tiempo de intensa actividad metabólica.

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