Cada vez se realizan más estudios que destacan la influencia del microbioma en varios sistemas del organismo. Entre ellos, el ámbito neurológico ha comenzado a reconocer la influencia de las bacterias en enfermedades neurodegenerativas.
Un reciente estudio publicado en Science Translational Medicine revela que las personas en las etapas tempranas de la enfermedad de Alzheimer, cuando los cambios cerebrales han comenzado pero los síntomas cognitivos aún no se han manifestado, presentan una composición bacteriana intestinal diferente a aquellas que no padecen esta enfermedad.
Estas observaciones plantean la posibilidad de utilizar el análisis del microbioma intestinal como una herramienta para identificar a aquellos individuos con mayor riesgo de desarrollar demencia. Además, podría permitir el diseño de tratamientos preventivos mediante la modificación del microbioma, con el objetivo de prevenir el deterioro cognitivo.
Es importante considerar dos posibles escenarios: los cambios en el microbioma intestinal podrían ser simplemente un reflejo de las alteraciones patológicas en el cerebro, o bien, el microbioma intestinal podría estar contribuyendo activamente a la enfermedad de Alzheimer. En este último caso, la alteración o modificación del microbioma a través de probióticos u otras opciones, podría ayudar a cambiar el curso de la neurodegeneración.
Durante la etapa temprana de la enfermedad de Alzheimer, que puede durar décadas, las personas acumulan placas de proteína beta amiloide y ovillos de proteína tau en el cerebro, pero no experimentan deterioro cognitivo ni neurodegeneración. Una vez que los individuos presentan síntomas cognitivos, los cambios en el cerebro suelen ser significativos y a menudo irreversibles. Por lo tanto, identificar y diagnosticar la enfermedad en etapas tempranas sería el momento óptimo para intervenir terapéuticamente de manera efectiva.
La investigación de hoy es la terapia del futuro.