El COVID-19, originado por el virus SARS-CoV-2, no solo desencadena afectaciones respiratorias, sino que también puede provocar consecuencias potencialmente graves en el corazón y en los vasos sanguíneos. En este artículo, te describiré cómo este virus puede incidir directamente en las arterias coronarias, las cuales desempeñan un papel crucial en el suministro de sangre al músculo cardíaco, generando una inflamación en las placas de ateroma, acumulaciones de grasas y otras sustancias en las paredes arteriales que pueden obstruir el flujo sanguíneo.
La aterosclerosis es un proceso gradual y persistente que se identifica por la formación de placas de ateroma en las arterias. Estas placas pueden sufrir rupturas o erosiones, dando lugar a la liberación de compuestos que activan la coagulación sanguínea y la aparición de trombos, coágulos capaces de bloquear el flujo de sangre. Cuando este proceso acontece en las arterias coronarias, se desencadena un infarto de miocardio, el cual implica la necrosis de una porción del músculo cardíaco debido a la falta de oxígeno. Por otro lado, si ocurre en las arterias cerebrales, puede desencadenar un accidente cerebrovascular, que perturba el funcionamiento cerebral a raíz de la insuficiencia de oxígeno.
La aterosclerosis está condicionada por diversos factores de riesgo, incluyendo la edad, el género, la predisposición genética, el hábito de fumar, la hipertensión, la diabetes, los niveles elevados de colesterol, la obesidad y la falta de actividad física. Estos factores propician el deterioro de las paredes arteriales y la acumulación de colesterol oxidado y otras sustancias en su interior. Además, también pueden influir en la respuesta inflamatoria e inmunitaria del organismo, contribuyendo así a la evolución y complicación de las placas de ateroma.
El COVID-19, una afección infecciosa que se transmite mediante el contacto con partículas respiratorias o superficies contaminadas por el virus SARS-CoV-2, posee una estructura esférica con protuberancias en forma de espiga en su superficie. Estas características le permiten unirse a moléculas denominadas receptores ACE2, presentes en células de diversos órganos, incluyendo pulmones, corazón y vasos sanguíneos.
Una vez que el virus se acopla a los receptores ACE2, logra penetrar en las células y comienza su proceso de replicación. Esto provoca una reacción del sistema inmunitario, que envía células conocidas como macrófagos para combatir el virus. Los macrófagos son células especializadas en la fagocitosis, es decir, en la eliminación de agentes extraños o nocivos. Sin embargo, cuando se saturan de colesterol u otras sustancias, se transforman en células espumosas, que juegan un papel primordial en la formación de placas de ateroma.
Un reciente estudio ha confirmado, por primera vez, que el virus SARS-CoV-2 puede infectar directamente las células de las arterias coronarias y las placas de ateroma, desencadenando una inflamación persistente y volviéndolas más susceptibles a la ruptura o erosión. Además, la investigación también ha revelado que los macrófagos y las células espumosas son los más vulnerables a la infección por el virus, lo que podría explicar el motivo por el cual el COVID-19 incrementa el riesgo de padecer problemas cardiovasculares.
Este hallazgo tiene implicaciones significativas para comprender más a fondo cómo el COVID-19 impacta en el corazón y los vasos sanguíneos, así como para desarrollar nuevas estrategias terapéuticas destinadas a mitigar sus efectos negativos. Por un lado, señala la importancia de prevenir la infección por el virus SARS-CoV-2 mediante el lavado frecuente de manos y la vacunación. Por otro lado, resalta la relevancia de controlar los factores de riesgo cardiovascular, como la hipertensión, la diabetes y el colesterol, y adoptar un estilo de vida saludable, basado en una dieta equilibrada y la práctica regular de ejercicio físico. Además, abre la posibilidad de explorar nuevas alternativas farmacológicas para bloquear la entrada del virus en las células o para modular la respuesta inflamatoria e inmunitaria.
El COVID-19 es una enfermedad capaz de afectar no solo el sistema respiratorio, sino también el sistema cardiovascular, al infectar directamente las arterias coronarias y aumentar la inflamación de las placas de ateroma. Esto puede incrementar el riesgo de sufrir un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular. Por lo tanto, resulta esencial prevenir la infección por el virus y controlar los factores de riesgo cardiovascular, además de investigar nuevas terapias para combatir el COVID-19 y sus posibles complicaciones.
La investigación de hoy es la terapia del futuro.