Reflexiones sobre mis reflexiones.
En la era digital en la que vivimos, la comunicación escrita se ha vuelto omnipresente. Mensajes de texto, correos electrónicos, publicaciones en redes sociales y artículos en línea son solo algunos ejemplos de cómo nos conectamos e interactuamos en el mundo virtual. Para alguien como yo, acostumbrado a la comunicación oral y a la confirmación visual de la atención de mis interlocutores, resulta complejo aceptar el proceso de lanzar un mensaje sin saber quién y con qué actitud se está leyendo ese texto.
En el pasado, cuando compartía una idea cara a cara, podía ver las expresiones faciales y recibir retroalimentación inmediata. Esto me proporcionaba una sensación de conexión y satisfacción al saber que mi mensaje estaba siendo recibido y entendido. Sin embargo, en la era digital, la comunicación escrita carece de esos elementos visuales y auditivos que enriquecen la interacción humana.
Al escribir, me enfrento a nuevos desafíos. El primero es la incertidumbre de si mi mensaje será comprendido de la manera que pretendo. Sin la posibilidad de ajustar mi tono de voz o expresiones faciales en tiempo real, siempre existe el riesgo de que mis palabras sean malinterpretadas o percibidas de manera diferente a lo que pretendía transmitir. Esto puede llevar a malentendidos y conflictos innecesarios.
Además, la falta de reacción inmediata en la comunicación escrita me genera cierta inquietud. Sin embargo, soy consciente de la importancia de elegir cuidadosamente las palabras y de ser claro en mi expresión para minimizar riesgos. Debo aprender a confiar en que mis ideas pueden encontrar su camino y generar impacto. Al pulsar el botón “publicar” aparece una sensación de vértigo que se desvanece al recordar que cada palabra escrita tiene su propia fuerza y autonomía, y puede resonar en las mentes y corazones de quienes la leen de maneras que escapan a mi control.
A pesar de estos desafíos, también reconozco los aspectos positivos de la comunicación escrita. Es una herramienta poderosa para expresar ideas complejas y difundir conocimiento a una amplia audiencia. La escritura me permite reflexionar sobre mi pensamiento y lo que aprendí con terminología científica antes de compartirlo. Además, la comunicación escrita permite la interacción con personas de diferentes zonas horarias, estableciendo conexiones con quienes de otra manera no habría conocido.
No obstante, sigo valorando la comunicación oral y la interacción cara a cara. No quiero que la comodidad y la inmediatez de la comunicación escrita en línea reemplacen completamente el poder de la comunicación interpersonal. Por ejemplo, mi artículo sobre el saludo y la sonrisa surgió de mi malestar ante la ausencia continua del saludo entre las personas que compartimos vestuario antes y después de entrenar.
Reflexionar sobre mis reflexiones de la comunicación escrita en el mundo digital me ha llevado a reconocer tanto sus desafíos como sus ventajas. Aunque me siento agradecido por las oportunidades que brinda para compartir ideas y conocimientos con personas de todo el mundo, también siento la necesidad de mantener viva la comunicación oral y la conexión cara a cara. Como seres humanos, estamos destinados a interactuar y compartir nuestras experiencias de manera significativa, y es crucial encontrar un equilibrio entre la comunicación escrita y la comunicación interpersonal.
Nullius in verba