Microbiota intestinal y cáncer: una relación compleja y sorprendente.

¿Te has preguntado alguna vez qué relación hay entre las bacterias que viven en tu intestino y el cáncer? Aunque pueda parecer extraño, existe una conexión entre estos dos elementos que puede tener implicaciones para la salud de los niños. En este texto te explico cómo el microbioma intestinal, que es el conjunto de genes que forman parte de las bacterias que habitan en nuestro intestino, puede influir en el desarrollo de la leucemia infantil, que es el tipo más común de cáncer en los niños.

La leucemia es un cáncer que afecta a las células de la sangre, especialmente a los glóbulos blancos o linfocitos, que son los encargados de defender al organismo de las infecciones. La leucemia más frecuente en los niños es la llamada leucemia linfoblástica aguda de células B precursoras (pB-ALL), que se produce cuando estas células se multiplican de forma anormal y descontrolada. Se sabe que la pB-ALL tiene un origen genético, es decir, que se debe a mutaciones o alteraciones en el ADN de las células B precursoras que ocurren antes o después del nacimiento. Algunas de estas mutaciones son heredadas y otras son adquiridas por factores ambientales. Sin embargo, no todas las personas que tienen estas mutaciones desarrollan leucemia, lo que indica que hay otros factores que influyen en el proceso.

Uno de estos factores podría ser el microbioma intestinal, que es el conjunto de genes que forman parte de las bacterias que habitan en nuestro intestino desde el nacimiento. Estas bacterias tienen un papel fundamental en la digestión, la nutrición, la inmunidad y la salud en general. Pero, ¿cómo puede el microbioma intestinal proteger frente a la leucemia? Para responder a esta pregunta, un estudio realizado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y publicado en la revista Blood utilizó modelos de ratones con predisposición genética a desarrollar pB-ALL. Estos ratones fueron tratados con antibióticos desde el nacimiento para alterar su microbioma intestinal y se compararon con ratones no tratados.

Los resultados fueron sorprendentes: los ratones tratados con antibióticos desarrollaron leucemia con mayor frecuencia y rapidez que los no tratados. Esto sugiere que el microbioma intestinal intacto protege a los ratones con predisposición genética frente a la leucemia y que alterar el microbioma mediante la depleción bacteriana tras el tratamiento con antibióticos puede desencadenar la leucemia.

Los investigadores también analizaron cómo el microbioma intestinal afecta a la leucemia a nivel molecular. Para ello, utilizaron técnicas avanzadas como la secuenciación del ARN ribosomal 16S, una molécula presente en todas las bacterias; el aprendizaje automático, una rama de la inteligencia artificial; y la metabolómica, una disciplina que estudia los metabolitos o sustancias químicas producidas por los organismos vivos.

Así, descubrieron que la predisposición genética a la pB-ALL determina un microbioma intestinal distinto al de los ratones normales; que se puede predecir con un 96,8% de precisión si un ratón tiene o no predisposición genética usando solo 40 variantes de secuencia del ARN ribosomal 16S como indicadores de especies bacterianas; que el microbioma intestinal se transmite y se determina según el genotipo del donante en trasplantes de médula ósea entre ratones; y que los ratones con predisposición genética tienen un perfil metabólico distinto al de los ratones normales.

Este estudio demuestra que el microbioma intestinal tiene un papel clave en la prevención o inducción de la leucemia en ratones con predisposición genética. Aunque se necesitan más estudios para confirmar estos hallazgos en humanos, podrían abrir nuevas vías para diseñar estrategias de prevención basadas en la modificación del microbioma intestinal en niños con riesgo de desarrollar leucemia.

Pero no solo la leucemia puede estar relacionada con el microbioma intestinal. Otras enfermedades crónicas no transmisibles, como las alergias, la obesidad, la diabetes, las enfermedades inflamatorias intestinales o algunos trastornos del comportamiento también pueden estar asociadas a un desequilibrio en la composición o diversidad de la microbiota intestinal, que se conoce como disbiosis.

La disbiosis puede ser provocada por varios factores, como los cambios en la transmisión vertical del microbioma (es decir, la herencia de los microorganismos de la madre al hijo), el uso de antisépticos y antibióticos y los hábitos dietéticos de la sociedad industrializada. Estos factores pueden provocar una pérdida de riqueza de especies en la microbiota intestinal y una desviación del entorno microbiano ancestral.

Para prevenir o revertir la disbiosis, se pueden adoptar hábitos de vida saludables que favorezcan una eubiosis (equilibrio entre los microorganismos del intestino) y evitar aquellos que puedan provocar una disbiosis. Algunas de estas medidas son:

  • Fomentar el parto natural y la lactancia materna, que favorecen una colonización microbiana adecuada en los primeros años de vida.
  • Evitar el uso innecesario o prolongado de antibióticos, que pueden eliminar bacterias beneficiosas y favorecer el crecimiento de patógenos resistentes.
  • Seguir una dieta equilibrada y variada, rica en fibra, frutas, verduras y alimentos fermentados, que aportan prebióticos (sustancias que estimulan el crecimiento de bacterias beneficiosas) y probióticos (microorganismos vivos que ejercen efectos positivos sobre la salud).
  • Realizar ejercicio físico moderado y regular, que mejora el tránsito intestinal y reduce el estrés.
  • Controlar los factores psicológicos y emocionales, que pueden afectar al eje cerebro-intestino-microbiota.

Debemos conocer la importancia de cuidar nuestra microbiota intestinal para mantener nuestra salud y prevenir enfermedades como la leucemia infantil. Para ello, hay que tener en cuenta los factores genéticos y ambientales que influyen en el microbioma intestinal y seguir unas pautas de vida saludables que nos ayuden a mantener un equilibrio entre los microorganismos que habitan en nuestro intestino.

La investigación de hoy es la terapia del futuro.

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