No hace mucho, publiqué un artículo bajo el título “Salud a través del perdón”. Hoy, en un alarde de audacia, o de imprudencia, me enfrento a otro tema incómodo que, de manera similar, nos guía hacia la salud mental y la serenidad.
Imagina que pedir disculpas es dar un paso valiente hacia la humildad y la armonía. Es decir “lo siento” cuando nos equivocamos y enfrentar las consecuencias con honestidad. A veces, nos cuesta trabajo o simplemente lo decimos sin sentirlo realmente. Sin embargo, esto puede afectar nuestro ánimo, llenándonos de sentimientos negativos como culpa, enojo, vergüenza o resentimiento. Estas emociones pueden incluso generar estrés, ansiedad, tristeza e, incluso, problemas físicos, como los que afectan al corazón, al estómago o al sistema inmunitario.
Ahora, piensa en el “modo monje”. Es un enfoque de vida que busca cultivar la tranquilidad interior, la compasión, la gratitud y soltar lo que no nos sirve. Es seguir un sendero basado en filosofía y creencias espirituales para alcanzar armonía con nosotros mismos y con los demás. Este modo implica practicar la meditación para encontrar serenidad, ser conscientes de cada momento, valorar el silencio para conectarnos con nuestro ser, y a veces, dejar de lado comidas pesadas para sentirnos mejor. También involucra lecturas, ejercicio físico para mantenernos en forma y otras actividades que nos llenan de bienestar físico, mental y emocional. Este enfoque nos ayuda a mantener una actitud positiva, a aceptar lo que no podemos cambiar y a esforzarnos por mejorar lo que está a nuestro alcance.
Una parte esencial del “modo monje” es aprender a disculparnos sinceramente. No se trata solo de pronunciar las palabras “lo siento”, sino de realmente comprender el impacto de nuestras acciones, sentir el remordimiento en nuestro corazón, tratar de enmendar el error y comprometernos a no repetirlo. Cuando pedimos disculpas de esta manera, nos liberamos de la carga emocional que llevamos y además, restauramos la confianza y el respeto en nuestras relaciones. Esto contribuye a que nuestra autoestima mejore y nuestra mente se sienta en calma.
Pedir disculpas es regalarnos a nosotros mismos y a los demás un pequeño tesoro. Al hacerlo, nos reconciliamos con el otro, creamos un ambiente de paz y armonía, y, a su vez, cuidamos de nuestra salud mental y contribuimos al bienestar colectivo.
Pero, ¡cuidado! Para que este acto sea realmente efectivo, también es crucial la actitud de la persona que recibe nuestras disculpas. No basta con que nosotros hagamos una disculpa sincera, la otra parte también debe estar dispuesta a perdonar y dejar atrás lo que sucedió. Si esto no ocurre, corre el riesgo de que nuestras disculpas no tengan el impacto deseado y, en cambio, generen más tensión.
La actitud de quien recibe la disculpa también debe tener un toque del “modo monje”. Esto significa ponerse en los zapatos del otro, comprender sus motivos y sentimientos, aceptar que todos cometemos errores y ofrecer comprensión y apoyo. Al hacerlo, mostramos que valoramos la relación más allá del conflicto y que queremos mantenerla en armonía.
La actitud de quien recibe la disculpa también juega un papel en su propia salud mental. Al perdonar, se liberan de emociones negativas que puedan haber surgido por el daño recibido, como el dolor o la frustración. Estas emociones pueden ser nocivas si se mantienen atrapadas por mucho tiempo, ya que pueden afectar nuestro estado de ánimo. Al perdonar, abrimos la puerta para sanar heridas emocionales y recuperar la confianza y el respeto mutuo.
Pedir disculpas es un acto valiente de humildad y sinceridad. Es decir “lo siento” y realmente sentirlo en el corazón. También es vivir en el “modo monje”, buscando serenidad y comprensión. Pedir disculpas nos hace sentir más ligeros y mejora nuestras relaciones. Pero, para que funcione a plenitud, la persona que recibe las disculpas también debe estar dispuesta a perdonar y a seguir adelante. Esta actitud positiva es un regalo para la relación. Y, al perdonar, también está cuidando su propia mente y bienestar emocional. Pedir y aceptar disculpas es el camino hacia una vida más plena y contribuir al bienestar de todos.
Nullius in verba