Nuevas estrategias contra el alzhéimer y el párkinson: El papel de la microbiota.

Un estudio publicado en la revista Nutrients ha revelado que ciertas bacterias beneficiosas, conocidas como probióticos (específicamente Bifidobacterium infantis y Bifidobacterium breve), podrían ayudar a prevenir y tratar enfermedades que afectan al cerebro, como el alzhéimer y el párkinson. Estas enfermedades se caracterizan por el deterioro gradual de las neuronas (células cerebrales) y comparten varios problemas comunes: daño por sustancias oxidantes, inflamación persistente y acumulación de proteínas dañinas. Un área de investigación fundamental es la conexión entre las bacterias intestinales, el intestino y el cerebro, ya que influye en procesos inflamatorios y metabólicos del sistema nervioso.

Esta conexión representa un sistema de comunicación en dos direcciones entre las bacterias que viven en nuestro intestino y el cerebro. La comunicación se realiza a través de sustancias que producen las bacterias, mensajeros químicos del sistema nervioso, hormonas producidas en el intestino y señales del sistema inmunitario. Las investigaciones recientes han mostrado que cuando se altera el equilibrio de las bacterias intestinales (lo que llamamos disbiosis), aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades cerebrales. Por ejemplo, las personas con alzhéimer o párkinson muestran cambios importantes en las bacterias de su intestino, lo que sugiere que podría existir una relación entre estos cambios y el desarrollo de estas enfermedades.

Los probióticos son microorganismos beneficiosos que, cuando se consumen en cantidades adecuadas, mejoran nuestra salud. En particular, las bacterias Bifidobacterium infantis y Bifidobacterium breve han llamado la atención de los científicos porque pueden reducir la inflamación cerebral y proteger contra el daño oxidativo.

El estudio analizó investigaciones previas sobre el uso de estas bacterias beneficiosas en experimentos con animales y humanos que padecían enfermedades cerebrales. Los resultados fueron esperanzadores:
En la enfermedad de Alzheimer: Se descubrió que Bifidobacterium breve puede disminuir los niveles de una proteína llamada beta-amiloide, que cuando se acumula es característica de esta enfermedad. También mejoró la memoria y el aprendizaje en estudios con animales. En las primeras pruebas con pacientes, las personas que recibieron estas bacterias mostraron mejoras en pruebas de capacidad mental y reducciones en sustancias que causan inflamación en el cuerpo.
En la enfermedad de Parkinson: En estudios con animales, Bifidobacterium breve protegió las conexiones entre neuronas y redujo la inflamación cerebral. Estos efectos se relacionaron con mejoras en el movimiento y una menor pérdida de neuronas que producen dopamina, una sustancia fundamental en esta enfermedad.

Además, ambos tipos de bacterias demostraron aumentar las defensas naturales del cuerpo contra el daño oxidativo, incrementando sustancias protectoras como la superóxido dismutasa (SOD) y la catalasa (CAT). Esto es muy importante porque el daño oxidativo está directamente relacionado con la pérdida de neuronas en estas enfermedades.

Los beneficios observados se pueden explicar por varios mecanismos:
1. Control del sistema inmunitario: Estas bacterias reducen la producción de sustancias que causan inflamación y pueden dañar las neuronas.
2. Producción de sustancias beneficiosas: Los probióticos generan compuestos como el acetato y el butirato, que protegen el cerebro y reducen la inflamación.
3. Recuperación del equilibrio intestinal: Al restablecer el balance de bacterias en el intestino, se reducen los efectos negativos del desequilibrio.
4. Protección contra el daño oxidativo: Aumentando las defensas naturales del cuerpo, se combate el daño causado por sustancias oxidantes.

Investigaciones recientes han profundizado en la relación entre las bacterias intestinales y las enfermedades cerebrales. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Nature mostró que el uso de probióticos o trasplantes de bacterias intestinales puede reducir la activación de células inmunitarias en el cerebro, lo que disminuye la inflamación y ralentiza el daño neuronal.
En otro estudio con animales que tenían párkinson, se observó que modificar las bacterias intestinales mediante probióticos mejoraba tanto los problemas de movimiento como los niveles de dopamina, un mensajero químico esencial para el control del movimiento.
Estos hallazgos refuerzan la idea de que actuar sobre la conexión entre las bacterias intestinales y el cerebro podría ser una estrategia efectiva para tratar enfermedades complejas del sistema nervioso.
Aunque los resultados son prometedores, los científicos destacan que todavía es pronto para considerar estos probióticos como un tratamiento definitivo para el alzhéimer o el párkinson. La mayoría de las evidencias provienen de estudios preliminares o pruebas con pocos pacientes, lo que limita su aplicación general.

Sin embargo, este campo abre posibilidades interesantes para el tratamiento:
1. Tratamientos personalizados: Como cada persona tiene una composición única de bacterias intestinales, las terapias podrían adaptarse a las características específicas de cada paciente.
2. Apoyo a tratamientos actuales: Incorporar probióticos a los tratamientos existentes podría mejorar sus efectos o reducir los efectos secundarios.
3. Mejora del bienestar general: Más allá del tratamiento directo de estas enfermedades, estos probióticos beneficiarán a personas afectadas mejorando su capacidad mental o previniendo el deterioro asociado al envejecimiento.

El avance en nuestra comprensión de la conexión entre bacterias intestinales y cerebro está cambiando nuestra forma de entender las enfermedades cerebrales. Estudios como este resaltan el potencial terapéutico de bacterias específicas como Bifidobacterium infantis y Bifidobacterium breve, y la importancia de abordar estas enfermedades desde múltiples perspectivas.

Si bien, falta camino por recorrer antes de poder aplicar estos tratamientos de forma generalizada, las investigaciones actuales sobre la conexión entre las bacterias intestinales y el cerebro nos ofrecen pautas valiosas para cuidar nuestra salud cerebral desde la alimentación. Aunque los estudios sobre probióticos específicos continúan en desarrollo, podemos adoptar hábitos que favorezcan el equilibrio de nuestra microbiota intestinal.

Para mantener saludables nuestras bacterias intestinales beneficiosas, podemos incorporar alimentos fermentados a nuestra dieta diaria como yogur natural, kéfir, chucrut o encurtidos caseros. Estos alimentos son fuentes naturales de probióticos. También es importante consumir alimentos ricos en fibra tales como verduras, legumbres y cereales integrales, que son el “alimento” para nuestras bacterias beneficiosas.
Debemos evitar los factores que alteran el equilibrio de la microbiota intestinal. El consumo excesivo de azúcares refinados, grasas saturadas y alimentos ultraprocesados puede perjudicar a nuestras bacterias beneficiosas. El estrés crónico, la falta de sueño y el sedentarismo también afectan negativamente a este equilibrio.

Un consejo práctico es mantener un diario de alimentación y bienestar durante unas semanas. Esto nos ayudará a identificar qué alimentos nos sientan mejor y cuáles pueden alterar nuestro equilibrio intestinal. Los cambios en la dieta deben introducirse gradualmente para permitir que nuestro sistema digestivo se adapte.
Recuerda que cuidar la salud intestinal es una inversión a largo plazo en nuestro bienestar cerebral. Los pequeños cambios sostenidos en el tiempo son más efectivos que las modificaciones drásticas temporales.

La investigación de hoy es la terapia del futuro.

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