La Variabilidad de la Frecuencia Cardíaca (VFC) es un concepto que quizás no sea muy conocido por el público en general, pero que tiene una gran importancia para la salud. Se trata de la capacidad del corazón de adaptarse a las diferentes situaciones y demandas que se le presentan, modificando la velocidad y el ritmo de sus latidos. La VFC no es algo fijo, sino que varía de un momento a otro, y de una persona a otra, dependiendo de factores como el estrés, la actividad física, la respiración, el sueño, la alimentación, las emociones, etc.
La VFC se puede medir mediante un electrocardiograma (ECG), que registra la actividad eléctrica del corazón. Cada latido cardíaco se representa por una onda en el ECG, llamada complejo QRS. La distancia entre dos ondas consecutivas se denomina intervalo RR, y expresa el tiempo que transcurre entre dos latidos. La VFC se calcula a partir de la variación de los intervalos RR, es decir, de la diferencia entre los tiempos de cada latido. Cuanto mayor es la VFC, mayor es la capacidad del corazón de adaptarse a los cambios, y viceversa.
La VFC está regulada por el sistema nervioso autónomo (SNA), que es la parte del sistema nervioso que controla las funciones involuntarias del organismo, como la respiración, la digestión, la presión arterial, etc. El SNA se compone de dos ramas: el sistema nervioso simpático (SNS) y el sistema nervioso parasimpático (SNP). El SNS se activa ante situaciones de estrés, peligro o emergencia, y prepara al cuerpo para la acción, aumentando la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la respiración, la glucosa en sangre, etc. El SNP se activa ante situaciones de calma, relajación o descanso, y devuelve al cuerpo a su estado normal, disminuyendo la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la respiración, la glucosa en sangre, etc. La VFC refleja el equilibrio entre el SNS y el SNP, y por tanto, el grado de armonía entre el cuerpo y la mente.
La VFC tiene una gran relevancia para la salud, ya que se ha demostrado que una VFC baja se asocia con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV) y mortalidad, tanto en personas sanas como en pacientes con diferentes patologías. Por ejemplo, se ha observado que la VFC puede predecir el riesgo de muerte por cualquier causa y de eventos cardiovasculares en pacientes con enfermedad renal crónica (filtrado glomerular entre 30 y 59). Estos pacientes tienen un riesgo cardiovascular muy elevado, debido a la alteración del metabolismo mineral, la inflamación, la anemia, la hipertensión, la diabetes, etc. Sin embargo, la VFC puede aportar información adicional sobre el pronóstico de estos pacientes, independientemente de otros factores de riesgo tradicionales o propios de la ERC.
La buena noticia es que la VFC se puede mejorar con hábitos de vida saludables, como la práctica regular de ejercicio físico, una alimentación equilibrada, el abandono del tabaco, el control del estrés, la meditación, el yoga, la respiración consciente, etc. Estas medidas pueden ayudar a aumentar la VFC, y por tanto, a mejorar la salud cardiovascular y general. Además, existen dispositivos y aplicaciones que permiten medir la VFC de forma sencilla y cómoda, y que pueden servir de guía y motivación para adoptar un estilo de vida más saludable.
La VFC es un parámetro que mide la capacidad del corazón de adaptarse a las diferentes situaciones y demandas que se le presentan, y que refleja el equilibrio entre el sistema nervioso simpático y el parasimpático, que regulan la actividad cardíaca. La VFC tiene una gran importancia para la salud, ya que se ha relacionado con el riesgo de enfermedad cardiovascular y mortalidad en diferentes poblaciones, como los pacientes con enfermedad renal crónica. La VFC es, en definitiva, un indicador de la salud del corazón y de la mente.
La investigación de hoy es la terapia del futuro.