La salud no se limita simplemente a la ausencia de enfermedad.
El concepto de salud va más allá de la ausencia de dolencias físicas o mentales.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud es un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de enfermedades.
Salud es, ante todo, el equilibrio en esos tres aspectos que nos describe la OMS. Esa sensación personal e íntima que denominamos sentirse bien, tener capacidad para disfrutar de la vida.
Quiero reflexionar sobre la ausencia de síntomas o del diagnóstico de una enfermedad concreta. La pandemia de la COVID-19 nos ha enseñado que muchas personas que se consideraban sanas no han podido hacer frente adecuadamente a la infección. No estaban enfermas pero sí frágiles.
La fragilidad se caracteriza por una disminución en la capacidad de adaptación frente a factores estresantes o desafíos. A menudo, implica una disminución de la reserva fisiológica (recursos que pueden ser utilizados cuando se requiere un esfuerzo frente al estrés o la enfermedad), de la fuerza muscular, pérdida de masa ósea, equilibrio deficiente con mayor riesgo de caídas y lesiones, mayor vulnerabilidad a las enfermedades. También se puede experimentar una disminución de la resistencia física y dificultad para realizar actividades. El sistema inmunitario se torna disfuncional y deja de actuar solo donde se necesita, cuando se necesita y con la intensidad precisa. En este caso, la agresión no recibe una respuesta inmunitaria con la debida rapidez, la adecuada intensidad, y ocasiona que se prolongue más de lo necesario causando daños en nuestros órganos.
Es comprensible que muchas personas asuman que la ausencia de síntomas significa ausencia de enfermedad. Sin embargo, es importante destacar que no todos los problemas de salud presentan síntomas evidentes en todas sus etapas.
Por otra parte, ¿estoy sano si ningún médico me ha diagnosticado alguna enfermedad?
No me refiero a aquellos que no acuden al médico por temor al diagnóstico. Estoy pensando en los resultados de análisis de sangre o pruebas de imagen en las que no estoy del todo bien pero aún no llego a los valores que, por consenso clínico, se han establecido para tener una patología. Si tengo la tensión un poco alta, el colesterol o la glucosa ligeramente elevada, ¿no soy hipertenso, ni tengo dislipidemia ni diabetes? Hoy sabemos que muchas enfermedades tardan entre 5 y 20 años (fase subclínica) en manifestarse o en llegar a los valores de necesarios para el diagnóstico. Durante ese periodo de tiempo se puede estar lesionando su órgano diana.
En cuanto a la salud mental y emocional, una persona frágil puede ser más susceptible a desarrollar trastornos mentales, como la depresión o la ansiedad, y puede tener dificultades para afrontar el estrés y las adversidades de la vida. La flexibilidad mental es capacidad para ajustar planes o cambiar de perspectiva frente a las circunstancias de cada momento. Un primer síntoma sobre nuestra salud mental, que debe ponernos en alerta, es la capacidad de adaptarnos a los cambios que la vida nos exige, en ocasiones, con extrema rapidez.
Entonces, ¿me resigno? En este blog trataré de explicar que la respuesta es NO. Tenemos herramientas en nuestra forma de vivir para evitar la fragilidad y la enfermedad. En definitiva, para sentirnos tal como la OMS entiende que es estar sano.
Nullius in verba