Las células son las unidades básicas de la vida. Todas las formas de vida están compuestas por una o más células que realizan funciones vitales como obtener energía, sintetizar moléculas y reproducirse. Para que un organismo pluricelular funcione correctamente, sus células deben cooperar entre sí y seguir unas reglas de convivencia que aseguren el equilibrio y la armonía del conjunto.
Una de estas reglas es la regulación del ciclo celular, es decir, el proceso por el cual una célula se divide en dos células hijas idénticas. Este proceso es fundamental para el crecimiento, la reparación y la renovación de los tejidos, pero también debe estar controlado para evitar el exceso o el defecto de células. Para ello, existen mecanismos que vigilan el estado de la célula y le indican cuándo debe iniciar o detener la división celular. Estos mecanismos se basan en señales químicas que provienen del entorno celular o del propio ADN de la célula.
Sin embargo, a veces estas señales fallan o son ignoradas por algunas células, que se vuelven rebeldes y egoístas. Estas células se dividen de forma descontrolada e ilimitada, sin respetar las necesidades ni los límites del organismo. Además, acumulan mutaciones en su ADN que las hacen diferentes y más agresivas que las células normales. Estas células son las llamadas células cancerosas, y su proliferación anormal forma los tumores. Estas mutaciones pueden ser causadas por agentes externos, como la radiación, los virus o las sustancias químicas, o por errores internos, como la falta de reparación del ADN. Las células cancerosas se originan a partir de células normales que sufren una o más mutaciones en su ADN.
Las células cancerosas violan las reglas de la convivencia celular de varias formas. Por ejemplo, son capaces de evadir los mecanismos de apoptosis, que son las vías de suicidio celular programado que eliminan a las células dañadas o innecesarias. También son capaces de engañar al sistema inmunitario, que es el encargado de defender al organismo de las amenazas externas e internas. Así, evitan ser reconocidas y destruidas por los glóbulos blancos. Además, consumen una gran cantidad de nutrientes y oxígeno, privando a las células sanas de estos recursos esenciales. Y no solo eso, también pueden invadir otros tejidos y órganos, formando metástasis, que son focos secundarios de ese cáncer.
Como se puede ver, las células cancerosas son el ejemplo más claro de cómo el egoísmo celular puede tener consecuencias devastadoras para el organismo.
Reglas de convivencia que las células cancerosas violan:
- Control del crecimiento: Las células solo se reproducen cuando es necesario para reemplazar a las células viejas o dañadas.
- Diferenciación: Las células se especializan en funciones específicas, como las células de la piel o las células del corazón.
- Muerte celular programada (apoptosis): Cuando las células ya no son necesarias, mueren para que otras nuevas puedan ocupar su lugar.
Estrategias que desarrollan las células cancerosas:
- Disfrazarse: Las células cancerosas pueden cubrirse con moléculas que las hacen parecer células normales.
- Inmunosupresión: Las células cancerosas pueden liberar sustancias que debilitan el sistema inmunitario.
- Crecimiento rápido: Las células cancerosas se multiplican tan rápido que el sistema inmunitario no tiene tiempo para eliminarlas todas.
Aspectos adicionales del comportamiento aberrante:
- Elevado consumo de nutrientes: Las células cancerosas necesitan mucha energía para su crecimiento desmedido, por lo que absorben una gran cantidad de nutrientes, dejando a las células sanas con escasez.
- Capacidad de invadir y destruir tejidos: Las células cancerosas pueden producir enzimas que les permiten romper las barreras naturales que las separan de otros tejidos, como si los vándalos utilizaran herramientas para destruir las casas de sus vecinos.
- Alteraciones genéticas: Las células cancerosas acumulan mutaciones en su ADN que les confieren las características que les permiten escapar del control y proliferar sin control.
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Mecanismos de adaptación: Las células cancerosas que metastatizan no solo son capaces de sobrevivir en diferentes zonas del cuerpo, sino que también pueden adaptarse a las condiciones metabólicas específicas de cada sitio.
La investigación de hoy es la terapia del futuro.