¿Te has planteado alguna vez qué constituye la enfermedad de Alzheimer y cómo incide en el cerebro? En el presente artículo, me dispongo a exponer de manera accesible los aspectos esenciales de esta patología, que ostenta el título de la causa más frecuente de demencia en la población anciana.
La enfermedad de Alzheimer lleva el nombre en honor al médico alemán Alois Alzheimer, quien, en el año 1906, proporcionó la primera descripción de los cambios que acontecen en el cerebro de pacientes con demencia. Dichos cambios se caracterizan por la acumulación de dos tipos de proteínas anómalas: el amiloide y la tau.
El amiloide es una sustancia viscosa que se forma entre las neuronas, células nerviosas responsables de la transmisión de información en el cerebro. Esta proteína origina placas que obstaculizan la comunicación neuronal y perturban su funcionamiento.
La tau, por su parte, es una proteína presente en el interior de las neuronas, contribuyendo a mantener su estructura y estabilidad. Sin embargo, cuando se desregula, la tau se agrupa y forma enredos que dañan y destruyen las neuronas.
La acumulación de amiloide y tau en el cerebro resulta en la pérdida de neuronas y en la disminución del tamaño cerebral, fenómeno conocido como atrofia cerebral. Esto afecta diversas áreas cerebrales encargadas de funciones cognitivas diversas, como la memoria, el pensamiento, el lenguaje y el comportamiento.
Los síntomas de la enfermedad de Alzheimer varían según la fase en que se encuentre el individuo y las áreas cerebrales afectadas. Inicialmente, los síntomas pueden ser leves y pasar inadvertidos, como olvidar nombres, fechas o lugares, o tener dificultades para mantener una conversación o seguir una receta. Con el tiempo, los síntomas se hacen más evidentes y graves, incluyendo la desorientación en lugares familiares, la confusión respecto a las personas, cambios emocionales, como la tristeza o la ira, alucinaciones, problemas para comunicarse verbalmente o por escrito, o la necesidad de asistencia para vestirse, comer o asearse.
El diagnóstico se establece mediante una evaluación médica, psicológica y neurológica, junto con pruebas adicionales que abarcan análisis de sangre, imágenes cerebrales o análisis del líquido que envuelve el cerebro y la médula espinal. Estas pruebas permiten descartar otras causas de demencia y detectar biomarcadores de la enfermedad, indicadores que revelan la presencia de proteínas amiloides y tau defectuosas en el cerebro o en el líquido cefalorraquídeo.
El tratamiento se basa en medicamentos que pueden mejorar algunos síntomas, aunque no logran curar ni frenar la enfermedad. Estos fármacos actúan sobre neurotransmisores, sustancias que facilitan la comunicación entre las neuronas. Asimismo, es crucial brindar apoyo psicológico, social y educativo tanto a la persona con Alzheimer como a sus familiares y cuidadores, quienes deben aprender a afrontar los desafíos y dificultades que implica la enfermedad.
¿Cuáles son las medidas preventivas o de demora de su aparición? La preservación de la salud mental y física resulta fundamental en la prevención de la enfermedad de Alzheimer. Aunque no exista una fórmula mágica para su prevención absoluta, la adopción de hábitos saludables puede marcar la diferencia en nuestra calidad de vida a medida que envejecemos.
Fomenta la actividad cerebral: El cerebro, al igual que un músculo, se fortalece con el ejercicio mental. El mantenimiento de la actividad cognitiva puede contribuir a retrasar el deterioro.
Controla los factores de riesgo cardiovascular: La salud cardiovascular (obesidad, hipertensión, colesterol, diabetes) se vincula directamente con la salud cerebral.
Favorece las relaciones sociales: La interacción social resulta esencial para nuestro bienestar emocional y mental. La soledad incrementa el riesgo de demencia.
Garantiza un adecuado descanso: El sueño es esencial para la salud cerebral, ya que durante este proceso, el cerebro procesa la información diaria y elimina las toxinas acumuladas.
Adopta una dieta saludable: Una alimentación rica en antioxidantes, grasas saludables (como las presentes en pescados grasos) y vitaminas resulta beneficiosa para el cerebro. Se debe evitar el consumo de azúcares refinados y grasas saturadas.
Realiza ejercicio físico regular: El ejercicio beneficia no solo al cuerpo sino también al cerebro. Caminar, nadar, bailar o practicar yoga constituyen excelentes opciones para mantenernos activos tanto física como mentalmente.
Controla el estrés: El estrés crónico puede afectar negativamente al cerebro.
Evita el tabaco y el exceso de alcohol: El consumo de tabaco y alcohol daña las células cerebrales y aumenta el riesgo de demencia.
Mantén un peso adecuado: La obesidad se vincula con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2, factores que, a su vez, incrementan las probabilidades de padecer Alzheimer.
La enfermedad de Alzheimer representa un desafío significativo para la ciencia y la sociedad, al afectar a millones de personas en todo el mundo y carecer de cura. Por tanto, resulta crucial continuar investigando para encontrar tratamientos nuevos que permitan prevenir, retrasar o revertir esta enfermedad, y, al mismo tiempo, mejorar la calidad de vida de quienes la padecen y sus seres queridos. El Barcelona Brain Research Center (BBRC), centro de investigación de vanguardia en España, se dedica a múltiples proyectos de investigación enfocados en la enfermedad de Alzheimer, con el objetivo de comprender mejor la afección y hallar soluciones efectivas.
La investigación de hoy es la terapia del futuro.