Nos levantamos cada mañana con la misión de cumplir nuestras responsabilidades, convencidos de que estar sano significa verse bien, tener energía, mostrar un buen aspecto y obtener resultados normales en los análisis (lo más probable es que la glucosa y el colesterol “estén en orden”). Esta es la imagen de la salud que tenemos, una combinación de cómo nos sentimos y lo que dicen los números básicos. Sin embargo, nuestro sistema de salud más crucial, el sistema vascular, tiene la costumbre de guardar silencio. Y lo que el espejo no muestra, es lo que realmente importa. Debemos aprender a cuidar lo que no duele, pero lo sostiene todo.
Este artículo cierra una trilogía dedicada a revelar lo invisible. En “Elogio del endotelio” te presenté a esta capa unicelular como el director de orquesta de la salud vascular. Luego, en “Tenemos la edad de nuestras arterias”, mostré que nuestra verdadera edad biológica la define la elasticidad de nuestros vasos, no el número de cumpleaños. Ahora, abordamos la lección más sorprendente: cómo esa edad arterial puede avanzar sin síntomas, creando una brecha peligrosa entre lo que creemos y lo que es.
El ejemplo más llamativo de esta desconexión es el Síndrome Coronario Agudo (SCA), que incluye el infarto. Piensa en esto: cinco minutos antes de sufrir un infarto, la persona se siente perfectamente bien. Nadie en su entorno sospecha nada. ¿Cómo es posible que una enfermedad que causa el 37% de todos los fallecimientos a nivel global pase desapercibida hasta el momento de la crisis?
La respuesta es que el infarto no es un problema de obstrucción lenta que nos avisa con dolor o fatiga, sino un accidente repentino. Se estima que muchos eventos coronarios graves ocurren debido a placas que no obstruían más del 50% de la arteria. Como el flujo era suficiente, el paciente estaba asintomático. La muerte súbita cardiaca a menudo ocurre sin síntomas previos significativos. La enfermedad no es la estenosis (oclusión de la arteria), sino la vulnerabilidad sistémica (global) que ha estado creciendo en secreto, un riesgo que no aparece en un simple análisis de sangre ni en una revisión superficial. La salud invisible es esa fragilidad silenciosa que debemos aprender a detectar antes de que se convierta en una emergencia.
El proceso que culmina en un infarto se gesta lentamente en el revestimiento interno de sus vasos, el endotelio. Piensa en él como el asfalto de una autopista vital. Cuando empieza a desgastarse, la carretera no se colapsa de inmediato, pero la calidad del viaje y la seguridad se comprometen.
La disfunción endotelial (DE) es el primer signo de que su asfalto vascular se está deteriorando. El endotelio pierde su capacidad para relajarse correctamente y producir Óxido Nítrico (ON), una molécula esencial que mantiene las arterias flexibles y abiertas. Cuando esto sucede, se rompe el código que mantiene la calma en el sistema circulatorio.
La disfunción endotelial no produce ningún síntoma que percibas. No duele, no causa fatiga que no pueda achacar al estrés del día a día. Sin embargo, patologías como la hipertensión arterial y la resistencia a la insulina (prediabetes) no son solo factores de riesgo; son, de hecho, la prueba de que el daño endotelial ya está en marcha. Es un proceso silencioso. La alteración del Óxido Nitrico desencadena inflamación y activa la cascada de la coagulación, preparando el terreno para el trombo.
Aterosclerosis subclínica: Este desgaste conduce a la aterogénesis, la formación de las famosas placas. Y aquí viene un dato clave, este proceso empieza mucho antes de la mediana edad. Los estudios nos describen que la exposición a factores de riesgo cardiovascular (como el colesterol, la hipertensión y el peso) desde la infancia y adolescencia se asocia con el nivel de enfermedad arterial subclínica en la madurez temprana.
Este daño silencioso se conoce como envejecimiento vascular prematuro. Cuando el endotelio falla, la presión arterial va a aumentar y tu edad biológica vascular empieza a desajustarse de la edad cronológica. Algunos investigadores han llegado a postular que la hipertensión podría verse como un proceso de envejecimiento acelerado de los vasos sanguíneos.
Factores ocultos: Si tus análisis de sangre básicos están bien, la clave del riesgo invisible podría ser la inflamación crónica sistémica, que no se mide rutinariamente.
La aterosclerosis es, ante todo, una enfermedad inflamatoria crónica. Hay factores de riesgo ocultos que influyen profundamente en la salud cardíaca, pero que no solemos vincular a la cardiología.
- Apnea del sueño: La falta constante de oxígeno durante la noche (que a menudo solo nota la pareja) sobrecarga el corazón y aumenta el riesgo de insuficiencia cardíaca. Es un estrés cardíaco nocturno silencioso y persistente.
- Enfermedades inflamatorias: Condiciones como la artritis o el lupus causan una inflamación crónica que daña directamente los vasos sanguíneos, acelerando la aterosclerosis. El reumatólogo trata el dolor articular, pero esa misma inflamación es un riesgo cardíaco silencioso.
- Estrés emocional y soledad: Sí, hoy sabemos que pueden contribuir a las enfermedades cardíacas.
De la placa estable a la catástrofe: La razón por la que el infarto es la máxima expresión de ausencia de salud invisible es que no es causado por el estrangulamiento lento de la arteria, sino por la inestabilidad de una placa que no molestaba.
Las placas que desencadenan un Síndrome Coronario Agudo fatal se denominan placas vulnerables. Suelen ser pequeñas, no reducen de forma relevante el flujo coronario, por eso la persona se siente bien, y presentan una capa fibrosa extremadamente fina. A diferencia de las placas grandes y estables, responsables de la angina por disminuir de manera marcada el paso de sangre y provocar un dolor torácico que advierte del problema, las vulnerables actúan como una bomba de tiempo silenciosa.
El accidente ocurre cuando esta capa fibrosa vulnerable se rompe o erosiona. Al romperse, el material interno, altamente propenso a coagularse, entra en contacto con la sangre. Esto provoca la rápida formación de un trombo o coágulo que ocluye la arteria en cuestión de minutos. El resultado es el infarto. La placa, en sí misma, obtruía levemente la artería.
La investigación científica ha descrito que en los pacientes que sufren la rotura de placa (el mecanismo más peligroso), la inflamación es significativamente más intensa alrededor de la lesión y en todas las arterias coronarias. Es decir, el infarto no es un fallo localizado, sino el resultado de una fragilidad sistémica (global) inducida por la inflamación que estaba carcomiendo la red vascular en silencio.
La radiografía de la edad arterial: Si el daño es invisible a simple vista, la buena noticia es que la ciencia actual nos da herramientas para verlo. Existen biomarcadores no invasivos que nos permiten medir la rigidez y la aterosclerosis subclínica, ofreciéndonos una radiografía de la edad arterial que nos dice el estado real de nuestros vasos.
El objetivo es saber si la edad biológica de nuestras arterias se corresponde con la edad que tenemos en el carné de identidad. La investigación nos indica que en personas con hipertensión y diabetes tipo 2, la edad biológica arterial resultó ser, en promedio, entre tres y cinco años mayor que su edad cronológica. Esta cuantificación transforma el concepto abstracto de riesgo en una medida tangible. La edad biológica es la de tus arterias.
Las tres herramientas principales que permiten esta visibilidad son:
- Velocidad de Onda de Pulso (PWV): La PWV mide la rapidez con que la onda de presión viaja por las arterias. Cuanto más rígida es la arteria, más rápida es la onda (PWV más alta). Una PWV alta (al ser una velocidad se expresa en m/s) es un signo de vasos envejecidos y es un predictor independiente de riesgo cardiovascular, incluso complementario a las escalas de riesgo tradicionales.
- Grosor Íntima-Media Carotídea (GIMc): Es una ecografía sencilla para medir el engrosamiento de las capas internas de la arteria carótida. El GIMc es una señal directa de aterosclerosis subclínica. Es el método más adecuado para monitorizar la progresión o regresión de la enfermedad, dándote datos objetivos de si tus esfuerzos de prevención están funcionando .
- Índice Tobillo-Brazo (ITB): Es una prueba simple y económica. Se compara la presión arterial del tobillo con la del brazo. Detectar un ITB anormal (indica Enfermedad Arterial Periférica (EAP)) es un predictor potente de mortalidad vascular y una alerta para potenciar los cuidados preventivos al máximo.
La siguiente tabla resume cómo estas herramientas nos permiten visualizar la salud invisible:
| Marcador (Abreviatura) | Qué Mide (Concepto fisiológico) | Significado clínico | Relevancia para la “edad arterial” |
| Grosor íntima-media carotídea (GIMc) | Engrosamiento de la pared arterial, signo directo de aterosclerosis subclínica. | Monitorea la progresión y regresión de la aterosclerosis en pacientes asintomáticos. | Un GIMc elevado sugiere una edad biológica superior a la cronológica. Es sensible para evaluar la eficacia de las intervenciones. |
| Velocidad de onda de pulso (PWV) | Rigidez y elasticidad de las arterias. | Predictor independiente de riesgo y mortalidad cardiovascular, aditivo al Score de Framingham. | Indicador directo de la pérdida de distensibilidad arterial asociada al envejecimiento y la hipertensión. |
| Índice tobillo-brazo (ITB) | Relación de la presión arterial sistólica entre el tobillo y el brazo. | Detección de enfermedad arterial periférica (EAP) asintomática y predictor potente de mortalidad vascular. | Herramienta sencilla y objetiva para seleccionar pacientes en riesgo que requieren cuidados preventivos máximos. |
El conocimiento del daño invisible no debe conducir a la preocupación, sino a la acción informada. La excelente noticia es que el sistema vascular posee una notable plasticidad y el daño es, en muchos aspectos, reversible. Las intervenciones dirigidas a mejorar la función endotelial y reducir la inflamación sistémica tienen la capacidad de rejuvenecer los vasos y reajustar esa edad biológica a la edad cronológica. Lo sabemos porque los marcadores no invasivos (GIMc, PWV e ITB) son modificables terapéuticamente, y su mejoría se asocia directamente con un mejor pronóstico.
El poder de la actividad física: No se trata de ir al gimnasio y competir, sino de incluir el movimiento en la vida. El ejercicio físico aeróbico (simplemente moverse más) es una poderosa medicina vascular. El efecto protector se debe a que el ejercicio aumenta la producción de Óxido Nítrico (ON), esa molécula que da flexibilidad a los vasos.
La actividad física regular contrarresta los efectos del sedentarismo y los malos hábitos, como el exceso de sal o los picos de glucosa y lípidos. El ejercicio hace que la sangre fluya con más fuerza, estimulando al endotelio a liberar el ON que necesita para mantenerse sano. Un corazón más anciano puede tener menos capacidad de bombear sangre si se le exige más, por eso el ejercicio gradual es clave para mantener la capacidad.
Un escudo para el endotelio: Si el médico te prescribe medicamentos como las estatinas, debes saber que su función va más allá de bajar el colesterol. Estos fármacos ejercen un efecto protector directo sobre el endotelio. Además de reducir el colesterol LDL, las estatinas modulan la expresión de factores vasoactivos, reduciendo los vasoconstrictores y aumentan la producción de ON.
Se ha comprobado que reducir el colesterol con estatinas restaura significativamente la función endotelial, incluso en pacientes cuyas arterias parecían normales. Esto significa que las estatinas atacan la placa y, además, ayudan a reparar la disfunción celular que la origina.
La dieta como agente de reparación familiar: La nutrición es un pilar central, y aquí todos en casa pueden ayudar. Una dieta saludable beneficia directamente la función endotelial y la presión arterial.
El plan de alimentación DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension), por ejemplo, ha demostrado que reduce la presión arterial y el colesterol LDL. Los componentes dietéticos bioactivos, como el chocolate negro rico en flavonoides o una dieta rica en omega-3 y vegetales, tienen un impacto directo en la plasticidad arterial. No se trata de prohibir, sino de priorizar. Controlar los picos de glucosa y lípidos postprandiales (después de comer) es vital, ya que estos picos dañan la vasodilatación.
La siguiente tabla sintetiza las principales estrategias para atacar la disfunción endotelial en su origen molecular:
| Intervención | Mecanismo Vascular Primario | Efecto Molecular Clave | Impacto Clínico / Reversibilidad |
| Reducción de colesterol (Estatinas) | Efecto pleiotrópico, independiente de la reducción lipídica. | Restaura la función vasodilatadora, reduce la Endotelina-1 (vasoconstrictor) y aumenta la ONSe. | Mejora temprana de la función endotelial. Ayuda a estabilizar la placa inflamatoria. |
| Ejercicio físico aeróbico | Aumento de la capacidad antioxidante. | Incrementa la producción y biodisponibilidad de Óxido Nítrico (ON). | Mejora de la vasodilatación y contrarresta la rigidez arterial inducida por malos hábitos. |
| Dieta saludable (DASH, Mediterránea) | Control de factores de riesgo y aporte de nutrientes bioactivos. | Reducción del estrés oxidativo, disminución de la presión arterial y del colesterol LDL. | Beneficio directo en la función endotelial, disminución del deterioro vascular y reducción del riesgo de hipertensión. |
La Esperanza de la Salud Interior: El título de este artículo, “La salud invisible. Lo que el espejo no muestra,” encierra una advertencia, pero sobre todo, una gran promesa. La advertencia es clara, la apariencia física y los análisis de sangre básicos no son un pasaporte a la longevidad. La enfermedad puede gestarse durante décadas, oculta en el mal funcionamiento del endotelio y la fragilidad inflamatoria de las placas, hasta que el infarto revela la verdad en un instante.
La promesa reside en que hoy podemos mirar dentro. Si sientes la responsabilidad de estar ahí para tu familia a largo plazo, el camino hacia la salud verdadera requiere ir más allá de los síntomas. Requiere medir y cuantificar la edad real de las arterias con herramientas como la PWV, el GIMc y el ITB.
Lo más positivo es que tenemos el control. Tu sistema vascular es resiliente y responde con gratitud a los cambios, previniendo el desastre y mejorando la calidad de vida diaria.
Al comprender que el peligro es reversible, nos enfocamos en proteger al héroe silencioso de nuestra salud, el endotelio. El camino hacia la salud pasa por hacer visibles los riesgos ocultos, y luego, con la ayuda del médico y pequeños pero constantes cambios en la dieta, el ejercicio y el manejo del estrés, garantizar que la edad de las arterias se mantenga joven. Este es un magnífico obsequio que puedes ofrecer a tu familia.
La investigación de hoy es la terapia del futuro