Cada vez más estudios sugieren que el ejercicio podría enlentecer el crecimiento de los tumores, al menos en modelos animales. Sin embargo, los mecanismos fisiológicos que subyacen dichos beneficios siguen siendo desconocidos. Un reciente estudio arroja cierta luz en este sentido, y sugiere que las miocinas podrían jugar un papel importante.
El papel del ejercicio en la lucha contra el cáncer tiene cada vez más respaldo científico. Por un lado, queda claro que el ejercicio físico es una herramienta eficaz para atenuar los efectos adversos del cáncer y sus tratamientos en la forma física. De hecho, una fuerte evidencia muestra que el ejercicio atenúa la pérdida de masa y fuerza muscular así como la disminución de la capacidad cardiorrespiratoria que se observa normalmente en pacientes con cáncer, mejorando por lo tanto su calidad de vida. Pero no solo eso, cada vez más evidencia indica que el ejercicio físico es también una herramienta complementaria (junto con los tratamientos convencionales) para luchar contra el desarrollo del cáncer y la mortalidad por dicha enfermedad. Por ejemplo, un meta-análisis que incluyó 71 estudios sobre el tema, mostró que los pacientes con cáncer que se mantienen activos físicamente tras el diagnóstico tienen un 22% (alcanzando hasta un 35% en el caso de los más activos) menos probabilidad de fallecer por dicha enfermedad que los que permanecen inactivos.
En modelos animales, se ha observado que el ejercicio mejora la vascularización del tumor, aumentando así la perfusión sanguínea hacia el mismo (lo cual puede favorecer la acción de los fármacos contra el cáncer), reduciendo la hipoxia y los niveles de lactato a nivel intra-tumoral y, como resultado, enlenteciendo el crecimiento del tumor. Por otro lado, el ejercicio ha mostrado aumentar la citotoxicidad (es decir, la capacidad de luchar contra células malignas) de células del sistema inmunitario como son las NK (Natural Killer), unas de las principales encargadas en la lucha contra el tumor, lo cual se asoció de nuevo a un menor crecimiento tumoral en un estudio en ratones. Sin embargo, muchos de los mecanismos que subyacen a los beneficios del ejercicio sobre el tumor son todavía desconocidos.
En este sentido, se ha publicado un estudio que arroja cierta luz sobre un factor que podría ser clave en los beneficios del ejercicio: las miocinas (una serie de proteínas y péptidos que son liberados por el músculo a la sangre al hacer ejercicio y que actúan sobre diferentes órganos). En dicho estudio, los autores analizaron a pacientes con cáncer de próstata que participaron en un programa de entrenamiento durante 12 semanas (3 sesiones de fuerza a la semana, y ejercicio aeróbico de intensidad media a vigorosa todos los días), además de incluir algunas variaciones en la dieta como reducir la ingesta de calorías y suplementarse con proteínas. Al finalizar las 12 semanas, los participantes mostraban los beneficios clásicos con este tipo de intervención: mayor masa muscular (+2.0%), menor masa grasa (-1.3%), y aumentos en marcadores de forma física como la prensa de piernas (+26 kg) o el press de banca (+7 kg). Además, los autores analizaron diversas miocinas y encontraron que sobre todo los niveles de una de ellas, denominada OSM, se encontraban aumentados tras la intervención, especialmente en aquellos participantes que más habían aumentado su masa muscular.
Pero lo más interesante no queda aquí. Los autores del estudio cultivaron células cancerígenas in vitro durante 72 horas con suero obtenido de los pacientes antes o después de la intervención de 12 semanas. Curiosamente, las células cultivadas con el suero “basal” (es decir, antes de la intervención de ejercicio) crecieron más que las cultivadas con el suero obtenido tras la intervención, lo cual quedó patente principalmente a partir de las 24 horas de la incubación y especialmente a las 48 horas.
Este estudio abre una nueva vía en la investigación sobre los beneficios del ejercicio en el cáncer, y sugiere que las miocinas presentes en el suero de los pacientes que realizan ejercicio podrían contribuir a enlentecer el crecimiento tumoral, al menos in vitro.
La investigación de hoy es la terapia del futuro.