- El ictus, o accidente cerebrovascular (ACV), es una emergencia médica que se produce cuando el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro se ve interrumpido. Esta interrupción puede causar la muerte de las células cerebrales en cuestión de minutos debido a la falta de oxígeno y nutrientes. La detección temprana y el tratamiento inmediato son cruciales para minimizar los daños y mejorar las posibilidades de recuperación.
Un Ataque Isquémico Transitorio (AIT), comúnmente conocido como “mini ictus”, es un episodio breve y temporal en el que se presentan síntomas similares a los de un ictus, pero sin causar daño cerebral permanente. Los síntomas de un AIT pueden durar desde unos pocos minutos hasta 24 horas, y aunque se resuelven por sí solos, este evento sirve como una señal de advertencia de que podría ocurrir un ictus completo en el futuro. Por lo tanto, es crucial buscar atención médica inmediata tras un AIT para prevenir un ictus potencialmente más grave.
Hay dos tipos principales de ictus: isquémico y hemorrágico. El ictus isquémico ocurre cuando un coágulo de sangre obstruye una arteria cerebral, mientras que el ictus hemorrágico sucede cuando un vaso sanguíneo se rompe por la hipertensión o po un aneurisma (debilidad de la parad arterial). Ambos tipos pueden tener consecuencias devastadoras si no se tratan a tiempo.
La hipertensión arterial (HTA) es uno de los factores de riesgo modificables más importantes para el ictus y afecta su incidencia y pronóstico a través de varios mecanismos, entre otros:
- Daño a los vasos sanguíneos: Con el tiempo, la presión alta puede debilitar las paredes de los vasos sanguíneos, haciéndolos propensos a estrecharse, romperse o filtrar.
- Formación de aterosclerosis: La HTA contribuye a la acumulación de placas de ateroma en las arterias (aterosclerosis), lo que puede reducir el flujo sanguíneo al cerebro y llevar a un ictus isquémico.
- Aumento del riesgo de formación de coágulos: La hipertensión puede hacer que la sangre se coagule más fácilmente, aumentando el riesgo de que se formen coágulos que pueden causar un ictus isquémico.
El ictus es la primera causa de muerte en mujeres en España y representa un riesgo significativo para su salud. Las mujeres tienen un 39% más de probabilidades de fallecer en el año siguiente a un primer ictus en comparación con los hombres.
Los tratamientos actuales, con la utilización de un catéter para retirar el coágulo o de medicamentos que lo disuelven, han incrementado la posibilidad de recuperación sin secuelas. Estos tratamientos son MUCHO más efectivos dentro de ciertas “ventanas de tiempo” que son las 3 primeras horastras el inicio de los síntomas. El Código Ictus es un protocolo de emergencia que se activa ante la sospecha de un ictus, buscando acelerar el traslado del paciente a un centro con los profesionales y el equipo necesario para su tratamiento.
Durante un ictus, la falta de riego sanguíneo provoca una cascada de eventos bioquímicos que pueden llevar a la muerte celular. Sin oxígeno y glucosa, las neuronas no pueden producir ATP, la molécula de energía vital, y esto desencadena la liberación de glutamato, un neurotransmisor que en exceso puede ser tóxico. Además, la falta de oxígeno conduce a la producción de radicales libres que pueden dañar aún más las células cerebrales.
Sin embargo, no todas las neuronas mueren inmediatamente. Algunas pueden sobrevivir y recuperarse si el flujo sanguíneo se restaura a tiempo. En la zona próxima al infarto, conocida como la penumbra isquémica, las neuronas pueden resistir en un estado de disfunción reversible durante un tiempo limitado. Este estado de latencia o disfunción reversible es crítico porque ofrece una ventana de oportunidad para el tratamiento. Las intervenciones médicas que restablecen el flujo sanguíneo pueden permitir que estas neuronas se recuperen y retomen su función normal. Por eso es tan importante tratar un ictus con rapidez; la capacidad de las neuronas para entrar en este estado de latencia y sobrevivir sin un suministro adecuado de oxígeno y nutrientes es limitada.
Aunque tradicionalmente se creía que las neuronas no se regeneraban, investigaciones recientes han demostrado que la neurogénesis, la creación de nuevas neuronas, es posible en el cerebro humano. Este proceso puede contribuir a la recuperación después de un ictus, especialmente en áreas como el hipocampo, donde se ha observado la generación de nuevas neuronas a lo largo de toda la vida. La plasticidad cerebral, la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones neuronales, también juega un papel crucial en la recuperación tras un ictus.
El ictus es una emergencia médica (cada minuto cuenta) que requiere una respuesta rápida y eficaz. La educación para identificar los síntomas y la conciencia pública sobre sus causas son herramientas clave en la lucha contra esta enfermedad. La relación entre la HTA y el riesgo de ictus es continua y comienza a niveles de presión arterial más bajos de lo que se pensaba. Por lo tanto, el control efectivo de la presión arterial es fundamental para la prevención primaria y secundaria del ictus. Además, la neuroprotección y la neurogénesis abren nuevas esperanzas para la recuperación y rehabilitación de los pacientes.
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